De nuevo en un lugar de la mancha...

miércoles, 17 de febrero de 2010

El tio Picalcobas

Esta historia ya parece que tiene bastante de leyenda, pero en realidad creo que puede ser 100% verdad, tal y como dice mi abuelo.

Resulta que, un antepasado mío (el tío de mi tatarabuelo al que llamaban El tío Manolón), según cuentan mi abuelo y sus hermanos (y en su día mi bisabuela) fue acumulando durante toda su vida su particular riqueza. Ésta consistía en dinero que había cambiado por onzas de oro que fue metiendo en una olla.

Cuando el dichoso tesoro comenzó a alcanzar cierto valor, el tío Manolón optó por esconderlo todo dentro de una pared de las de su casa, haciendo un nicho en el que introducir la olla y después tabicándolo. Así se aseguraba que su riqueza estaría a buen recaudo.

La casa es una casa familiar, donde vivió mi bisabuela con sus padres y hermanos, la misma de la anterior historia. La que hace esquina en la calle Cristo de la luz con la calle Virgen del Pilar, las dos son calles muy estrechas, aunque la segunda lo es aún más, es un pequeño callejón por el que si quieres pasar en coche puede que tengas que recoger los espejos retrovisores.

En la habitación que hay según se entra a la izquierda, la que constituye la esquina de la casa, fue donde se cuenta que estaba escondida la olla con las onzas de oro.

El señor, ya mayor, quiso contar a alguien su secreto, para que no se perdiese cuando él muriera y en quien confió fue en quien pensó que podía confiar... un cura. Fue a la iglesia y lo confesó al cura de entonces con toda confianza y sobretodo mucha inocencia.

Él contó su historia ante Dios, por lo que podía estar tranquilo y con la fortuna a salvo.

Curiosamente desde hace muchos años, la casa familiar de mi bisabuela tiene todas las habitaciones de los mismos dueños (parientes míos), menos una...

No es difícil adivinar qué habitación. La que hace esquina, justamente esa. Y la historia dice que el cura violó eso del secreto de confesión y se lo contó a otro cura. Ese otro compró solamente esa habitación y día y noche picaba las paredes en busca del tesoro escondido hasta que dió con él, lo que le hizo ganarse el apodo de "El tío Picalcobas".

Curioso comprador al que solo le interesa una habitación de todo un edificio. Quizá el cura al que se lo confesaron no quiso hacerlo él mismo, ya que era demasiado evidente y por eso se lo contó a otro para que aquel lo hiciera.

Dicen que cierta familia del pueblo comenzó a tener más riqueza a partir de aquel momento, ya que tenían relación con el susodicho.

Verdad, ficción,... creo que nunca lo sabremos.

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